martes, 6 de febrero de 2018

Crónica gris




Eloína, aquella muchacha que en la década de los 90 se lanzó del piso 11 de la beca F y 3ra, me vino como flachazo a la memoria. Dijeron que había sido por un novio que no la quería, pero creo que Eloína se enfermó de la Cuba decadente, miserable, asfixiante del Período Especial, se saturó de la vida de bestias que llevábamos, pobre muchacha, demasiado frágil y desamparada. Les confieso que si yo pude soportar fue solo por Dios, mi fe me sostuvo. Más de una vez he querido con mis propias palabras narrar los 90 tal y como los viví, no puedo hacerlo. Fue un tiempo de estar al día, pero con todo lo que el espíritu demanda. La peor y la mejor etapa de mi vida, así de paradójico. Me siguen llegando los recuerdos como las luces intermitentes de un flash, la beca F y 3ra, con sus olores a comida podrida, churre incrustado en las paredes y en el piso, pestilencia a baños cargados de heces y orina, olor a salitre. Me veo frente al elevador, nunca indagué la marca de aquel viejo ascensor la mayor parte del año roto y las escaleras oscuras que tuve que subir, entre siete y veinte pisos con el hambre que me hacía arrastrar los pies. Imaginen a una jovencita flaca, con unas 96 o 98 libras, cargando un balde de agua escaleras arriba, era más la que derramaba que la que llegaba, y esa gota de agua tenía que alcanzarme para bañarme y asearme en la mañana, vida de perros sarnosos.
Me es inevitable pensar en Raúl Hernández Novás, el poeta de Gelsomina, iba a comer junto a los estudiantes de F y 3ra todos los días aquella comida para puercos: fish steak con sabor a bacalao mugroso, chícharos verdes duros como piedra y con gorgojos, pelotas de arroz blanco y un pancito tostado que era lo único que muchas veces yo lograba introducir en mi boca. Un hombre cansado Novás, triste, tampoco él soportó, se convirtió en una de las inumerables víctimas fatales de aquellos años inenarrables cuando el sábado 23 de junio de 1993, después de tres intentos fallidos de suicidio, puso fin a su vida con un disparo. Cuba estaba de muerte y sus hijos se quitaban la vida, no era más que una vida de perros sarnosos aquella.
No he vuelto a ver en mi memoria a F y 3ra en colores, creo que no había colores en la residencia estudiantil, la visualizo gris, oscura, un alto edificio marchito frente al malecón habanero, pero no he dejado nunca de visualizarla en mis recuerdos, allí también viví los frutos de la amistad, crecí rápido, los años se multiplicaron, entré joven y salí vieja. Obligo a mi mente a que no se olvide de nada, aunque no pueda aun sacar todas las experiencias. F y 3ra era un país subyugado por tiranos invasores, un país de tristezas y locuras, y lo sigue siendo, un país donde las almas entran jóvenes y salen viejas, un país sin libertad ni autonomía.

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